Una operación contra el dolor causado por ETA | Noticia en el diario Málaga hoy (12/08/2018)
Operado en Málaga un guardia civil que sufrió un atentado hace 16 años
Le han puesto injertos de nervios humanos importados de Estados Unidos
El 17 de diciembre de 2002, en Collado Villalba (Madrid), una pareja de guardias civiles evitó una masacre al interceptar a dos etarras que iban en un coche cargado con más de 100 kilos de explosivos para atentar contra siete grandes almacenes. Pagaron caro aquel acto heroico. Antonio Molina, con su vida y Juan Aguilar, con un dolor que no deja de torturarle desde entonces. Porque un disparo de uno de los terroristas le rompió dos nervios a la altura del codo. Fue una única bala, pero le cambió la vida. El proyectil le salió por el otro lado, pero le dejó unas lesiones por las que ha tenido que operarse nueve veces. La última, el pasado 30 de julio solo para intentar quitarle el dolor que sufre desde hace 16 años a consecuencia de aquel disparo. «Mi nivel de vida es muy malo. Es peor que no tener la mano, por el dolor. No duermes y hasta te cambia el carácter», reconoce Juan. Vive a base de analgésicos y su sueño, en realidad, son cabezadas.
Por eso, el traumatólogo Miguel Cuadros, especialista en microcirugía, removió cielo y tierra para que viniera a Málaga a operarlo una eminencia a nivel mundial: Ivica Ducic, del Washington Nerve Institute, de Estados Unidos. Ambos lo intervinieron durante once horas. La operación tenía el objetivo de quitarle el sufrimiento que le impide pasar página. Cuadros afirma que aún es pronto para ver resultados. «Hay que esperar, pero yo soy muy optimista», le dice a Juan, que acude a la consulta arropado por su padre y su mujer.
«Es duro que tus hijos te vean llorar»
«Ellos [los etarras] salen y uno se queda sufriendo. El daño ya lo han hecho. Ahora los están acercando [a Euskadi], pero no han pedido perdón», afirma Juan Aguilar mientras espera que el traumatólogo supervise su postoperatorio. «Es duro que tus hijos te vean llorar de dolor. Un día se acercó mi hija, me dio un abrazo y me dijo ‘papá, no llores’. Eso cuesta trabajo digerirlo», confiesa este guardia civil que sufrió el atentado con 26 años, recién casado y con poco más de un año en el Cuerpo. «Ahora me duele todo», asegura. A veces, se retuerce en la silla porque los nervios heridos le dan calambrazos. «Te queda rabia, porque [los políticos] se sacan foto, pero luego se olvidan de las víctimas del terrorismo. Los únicos que no se han olvidado de mí son mi familia y el doctor Miguel Cuadros», añade. «Desde aquel balazo, el brazo me duele a reventar, es como si metiera los dedos en un enchufe. El dolor es horroroso, me he llegado a tomar lo máximo [de fármacos]», explica. Hay algunos calambres a la altura del codo que parecen haber disminuido. Pero todavía Juan se debate entre la esperanza de que la operación sea un éxito y el miedo a que los resultados no sean los esperados. El día que él y su compañero dieron el alto a aquellos etarras, salvaron muchas vidas. Y quizás ahora esté ayudando a introducir en España una técnica quirúrgica que en el futuro ahorre dolor a muchas personas.
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